Iluminaciones
'Militar y muchacha riendo', el mundo en un óleo de Vermeer
El artista holandés pintó en 1658 este cuadro, el primero que muestra la globalización del orbe
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Resulta una gran paradoja que fuese Johannes Vermeer, el pintor holandés nacido en 1632 y que nunca salió de su país, el primer artista que reflejó la globalización en uno de sus cuadros. Estamos hablando de un pequeño óleo sobre tabla de 49 por ... 44 centímetros, expuesto en la Colección Frick de Nueva York. Fue bautizado de forma descriptiva como 'Militar y muchacha riendo'. Acabado en 1658, siete años antes de la muerte de su autor, estuvo en un pasillo del museo de Manhattan, pasando desapercibido para muchos visitantes.
Lo que vemos en este cuadro es un oficial sentado frente a una joven que le sonríe con una ampolla de vino en sus manos. La luz entra por un ventanal e ilumina la cara de la muchacha. El militar, vestido con una casaca roja, aparece ladeado, por lo que apenas podemos contemplar su rostro. Todo sugiere que está intentando seducir a la mujer.
Hay dos elementos singulares que hacen de esta representación mucho más que una escena costumbrista. El primero es la gran carta, colgada en la pared. Muestra el mapa de Holanda con una peculiar orientación de oeste a este, como si estuviese invertida. La tierra es azul y el océano es de color beige. La segunda peculiaridad es el gran sombrero que lleva en su cabeza el oficial, de tamaño absolutamente desproporcionado. En aquella época, casi toda la población masculina se cubría la cabeza tanto en el exterior como en el interior.
Este lienzo es mucho más que una escena costumbrista
Este sombrero está hecho de piel de castor y era extremadamente caro. Valía unos 40 florines, el sueldo de más de tres meses de un artesano y lo que se pagaba entonces por un cuadro de Vermeer. Por lo tanto, era un signo de distinción social, sólo reservado a la alta burguesía.
Existe hoy la creencia generalizada de que la globalización es un fenómeno reciente, que comienza a finales del siglo XIX con los viajes de los exploradores y se intensifica en las dos primeras décadas del XXI. Pero esto es un error. El cuadro de Vermeer demuestra que existía un mundo más allá de Europa cuando esta tabla fue pintada. Holanda era una potencia comercial, cuya riqueza provenía de la compraventa de mercancías en Asia y América. Ámsterdam era en 1650, cuando Baruch Spinoza había salido de la adolescencia, la ciudad más prospera del continente.
La historia del sombrero que lleva el militar refleja la existencia de ese mundo globalizado, en el que las naves de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, fundada en 1602, recorrían las costas de Asia y América. En aquella época, el castor, cuya piel era muy preciada, se había extinguido en Europa. Los holandeses descubrieron que había una gran población de castores en el norte de América y eso empujó a cientos de colonos a cruzar el Atlántico. En 1614, los holandeses llegaron a lo que hoy es Manhattan y se instalaron allí como base para cazar castores, con cuya resistente piel se fabricaban abrigos, guantes, bolsos y sombreros. Ese enclave, con una pequeña fortificación, se llamó Nueva Ámsterdam. Se dice que los holandeses pagaron a los nativos 24 dólares por la isla.
Medio siglo después, los ingleses conquistaron lo que sería el embrión de Nueva York. Paralelamente, un navegante y geógrafo francés llamado Samuel de Champlain fundó Quebec. Miles de compatriotas se instalaron en la costa oriental de Canadá para cazar castores. Los iroqueses y otras tribus locales fueron expulsadas de sus territorios por los recién llegados. Todo indica que la piel del castor que cubría la cabeza del militar provenía del norte de América, seguramente de Nueva Amsterdam. Y esta idea queda reforzada por el mapa que muestra la vocación marítima y comercial de los Países Bajos.
Morir en la pobreza
La Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales fue la primera sociedad que recurrió a obtener un capital público mediante acciones, que cotizaban en la bolsa de Amsterdam. Repartía dividendos y su gestión estaba altamente profesionalizada. Vermeer sabía que sus barcos llegaban hasta Japón, la India y el norte de América para importar productos y materias primas que no existían en Europa.
Tal vez ese soldado hubiera estado en algunas de las expediciones de la Compañía. Vermeer nació y murió en la pequeña ciudad de Delft en la pobreza. Tenía esposa y 11 hijos. Pero acertó a representar en este óleo la existencia de un mundo sin fronteras, que evidencia también el mapa de la pared, donde se ven decenas de barcos que salen hacia otros continentes. El interior de esa habitación y la luz que entra desde el exterior son una representación de un cambio no ya sólo en la forma de vivir sino, sobre todo, en la concepción de un mundo sin fronteras.
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